Son tan propios los crepúsculos
como el amor que me guía
por el yerto parque, tras
un canto que aquí deriva.
Cántico de la humedad
temprana, la peregrina
aura y las criaturas del
movimiento y de la vida.
Trato de escucharlo quieto
silenciando mi vigilia,
acurrucado en las piedras
paralelas a las lilas.
Dudo que termine aquí;
no sé su fuente precisa:
soplo, voz, golpe o conjunto
que principie la armonía.
Pero es mío, así entiendo,
el murmullo y su impulsiva
sonoridad en los árboles
ramosos, y en las tranquilas
aguas, desplegando en ondas
la imagen de mis rutinas.
6/07/87