Silencia la ciudad las avenidas;
termina el movimiento de los bares;
descansa la penumbra hasta los mares;
son las voces amantes abolidas.
Decrece la ciudad palpablemente
a mi mirada débil y angustiosa,
y casi se me vuelve misteriosa,
en los parques sin árboles, ausente.
Casi inútil la vida se retrae
mejor en las abstractas sensaciones
del sueño, de la música, del frío.
A esta hora siempre mi ciudad recae;
ni siquiera la piensan los varones.
Aquí empieza bárbaro lo mío.
24/06/87