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miércoles, 23 de enero de 2008

En la hora más profunda de la noche

Silencia la ciudad las avenidas;
termina el movimiento de los bares;
descansa la penumbra hasta los mares;
son las voces amantes abolidas.
Decrece la ciudad palpablemente
a mi mirada débil y angustiosa,
y casi se me vuelve misteriosa,
en los parques sin árboles, ausente.
Casi inútil la vida se retrae
mejor en las abstractas sensaciones
del sueño, de la música, del frío.
A esta hora siempre mi ciudad recae;
ni siquiera la piensan los varones.
Aquí empieza bárbaro lo mío.



24/06/87