Elevando mis ojos a la noche
voy al ave: muy juntos tras la ruta
de los astros, siguiendo nuestro instinto,
impregnados tan sólo por la lluvia.
Émulo de los cuervos redescubro
el placer de la noche taciturna,
y aun veo lo mío, siempre mío:
la belleza silvestre en la llanura.
Apartando lejanas a las calles
requiero de la fuerza en la penumbra
para ir a la búsqueda del viento
y perderme en su abrazo como fuga.
Esta noche consigo lo imposible
en las alas prestadas por mi angustia,
el dolor de buscar otros caminos
y otras formas y cantos y venturas.
Voy al pájaro negro, acompañándolo,
como cómplices breves en la bruma,
surcando los caminos del azar
y encontrando lo nuestro bajo lluvia.
31/01/1987