Sobre pueblos confiados humedece
el enroscado mar en su lamento,
leviatán cataclísmico del viento
que el aullar del planeta les parece.
La planicie arbolada se estremece
a la voz del abismo en movimiento;
rayo montado al aire corpulento
donde en crueles vapores resplandece.
Está la noche atada en agua y canto
a la piel del huracán humanizado
y a espirales del éter lacrimoso.
Trafica él en los márgenes de espanto
y manipula un mundo acribillado.
Bate aquello que había de orgulloso.
10/09/2003