Buscar en este blog

jueves, 5 de marzo de 2009

Lluvia de cantos

Lluvia de cantos caen sobre el monte.
Son los pájaros grises que se yerguen
buscando al alba fríos horizontes
solo para perderse.
Briznas de una canción quedan aquí,
las semillas plantadas en los cirros,
arados de atmosférico jardín
que alguien ha de segar en su delirio.
Yo quisiera jugar tal arrebato
y morir en el viento,
pensando renacer armonizado
igual que hace el espíritu del eco.
Pero soy demasiado material:
en mí convergen ya bastantes fuerzas
del Universo, y es mi libertad
solamente soñar en otras puertas.
Y los hombres también a veces cantan,
mas no para vivir como los pájaros
sino para morir cada hora dada;
y la muerte lo sabe, son sus cantos.
También mi corazón lo sabe y gime,
porque mis pasos nunca llegan hasta
su verdadero origen,
sólo llegan un poco a la esperanza.
El origen del hombre es el presente,
hasta su perdición.
Todo cabe en aquel punto perenne,
aunque no siempre el esperado amor.

¡Qué voluntad del formidable canto 
que perdura en la faz del nuevo día,
como el continuo halago
que le obsequian las aves fugitivas!

Aunque ya nada mueve mi tristeza
me asombra algo la risa que poseen
los que me encuentro, cual si no supieran
que es la muerte quien ríe al mundo siempre.
Un sonido es el ave, otro sonido
es el viento, uno más lo da el dolor;
yo simplemente soy silencio vivo,
el concertante pulsador es Dios.
Un canto misterioso que se expresa
a no acabar jamás, aunque la muerte
un día al devenir nos ensordezca
con su hálito de nieve.
Es entonces que oiremos una música
extraña de esta vida,
y en coros deshagamos estas dudas
que nublan hoy la luz del simple día.
Mas no sé que me aguarde el porvenir.
Quizás nadie se acuerde de mi encuentro
con el polvo esperando desde siglos
y seré barro más en el desierto.
¿Será que al tiempo nada yo merezca
y que este sueño acabará conmigo
como lo hacen mis pasos en la arena,
en tanta blanca soledad perdidos?
No habrá consuelo ni esperado fruto 
si es que no llega la misericordia
(otro olvidado más en el sepulcro,
otros huesos pensantes en la sombra).

Pero en mi alma estaré esperando siempre
por la misericordia
y mi resucitado canto indemne.
 


12/12/90