Los días buenos pasan ante mí,
pero tengo un pensar anochecido
que no los cree cuando se levantan
en la aurora, llorosos de rocío.
Puestos mis ojos para sal y sombra
no noto aquellas cosas que me esperan
con la salida mórbida del astro
y en la oración debida tras la puerta.
Y acaso sólo pienso en la música
como algo que ha quedado en mí. ¿Más? Nada.
Mi alma se duele, grita y no la escucho.
Un zumbido es su voz, mi voz, mi entraña.
16/06/91