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sábado, 30 de agosto de 2008

La batalla

Dolorosos los soldados
aprestan sus ojos, antes
que a las armas, a la muerte,
y miran su propia carne.
Y entienden que no valdrán
para la Patria ni sangre
ni dolor, sino un recuerdo
en el futuro triste para alardes.
Están donde ni los buitres
quieren, aguas de combate,
los hombres color de hiedra:
en tanto cuerpo y tanta hambre.
Pero aún esperan ellos
el llamado de esta tarde.
¡El llamado por su Patria
que de amor muy poco sabe!
¿Se levantarán sus ojos
cuando el otro día avance
sobre muertos y humaredas
si es que pueden levantarse?
Mas nada querrán mirar
de un repulsivo paisaje
y dejarán en el polvo
lentas lágrimas en balde.
¿Quién se acordará del hombre
disminuido a humo infame?
El homo-humo busca al viento.
¡Hay que dejar, por amor, que escape!



20/02/90